viernes, 16 de noviembre de 2012

Una tarde de otoño

          Hoy os traigo un relato corto, de cosecha propia.


          Me asomé a la ventana, era de noche, la luna no se reflejaba en unas calles que permanecían tímidamente vacías; solamente a lo lejos veía aproximarse lento y sigiloso a un pobre hombre de aspecto curtido por el tiempo, de barba voluminosa, blanca y de una tez morena que recordaba el paso del tiempo en su vida. En su hombro derecho una vara, cual penitencia de hermano de carga, y al final de ella un hatillo en el cual parecían florecer retazos de parches multicolores, parches que tapaban los agujeros que la vida había ido hurgando en su corazón.

          Al llegar a mi altura, sus ojos se cruzaron con los míos, fue un momento de calma, de paz, de sonreír de miradas y tras ese leve instante, levantó su mano izquierda hasta tocar suavemente el ala de su raido sombrero, como un adiós despreocupado.

          Yo que en mi feliz infancia soñaba con recorrer el mundo, veo ahora en esta noche silenciosa, temerosa y oscura. En el alejar de aquel vagabundo, que el camino es la vida, lo inerte el pasado, y que la vejez no es tan solo el madurar de la juventud, si no el trascurrir de la vida a través de la propia vida.
          Empieza a vivir… ya


          Autor: Jesus Sierra

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